Una decena de deportistas de diferentes disciplinas y procedencias acompañaron al Barón Pierre de Coubertin, fundador de las Olimpiadas modernas, en la inauguración del Carnaval ayer por la tarde en Madrid.
En un ring improvisado, dos púgiles hicieron gala de sus habilidades como boxeadores, mientras unas piragüistas, que hicieron todo el trayecto a bordo de su embarcación, sostenían una caña con un pez recién pescado.
El predecesor de los ciclistas modernos, montado en un velocípedo, consiguió incluso adelantar en algunos tramos al coche de finales del XIX en el que viajaban el Barón junto al resto de miembros del Comité Olímpico Internacional.
Algunos espectadores intentaron hablar con los deportistas, especialmente con el atleta más laureado de todos los tiempos, Monsieur Le Tropezón, que lucía todas sus medallas, pero tuvieron que hacerse entender mediante gestos, ya que la mayoría de los deportistas, procedentes de otros países, no hablaban español.
En su marcha, los atletas también tuvieron tiempo de bailar, e incluso de detenerse para hacer acrobacias, saltos mortales y demás piruetas gimnásticas, animados por una banda que les acompañó por las calles del centro de la capital.
Muchos transeúntes fotografiaron a los deportistas, aunque no sin dificultades, ya que los boxeadores que salían del ring, las tenistas con raquetas de grandes dimensiones al hacer sus saques y el matrimonio de forzudos con sus pesas, a veces alcanzaban a los espectadores que se agolpaban a ambos lados de la singular comitiva.
Aunque fueron muchos los curiosos que se acercaron a observar la representación, sólo algunos se animaron a acudir disfrazados, como una pareja de gatos, un grupo de marcianos, un ninja de tres años a hombros de su padre y un váter con cisterna incluida, entre otros.
Ya en la Plaza de la Villa, el Barón Pierre de Coubertin presentó a los deportistas e hizo entrega de los aros olímpicos a la Delegada de las Artes de Madrid, Alicia Moreno, quien le dio a cambio las llaves de la ciudad.
El pasacalles Olímpico daba el pistoletazo de salida a unos festejos carnavalescos que terminarán el miércoles con el entierro de la sardina.
En su paseo desde la Plaza Mayor a la Plaza de la Villa, la comitiva, recién llegada desde 1896 para dar su apoyo a la candidatura olímpica de Madrid, mostró a los viandantes sus habilidades deportivas.
El predecesor de los ciclistas modernos, montado en un velocípedo, consiguió incluso adelantar en algunos tramos al coche de finales del XIX en el que viajaban el Barón junto al resto de miembros del Comité Olímpico Internacional.
Algunos espectadores intentaron hablar con los deportistas, especialmente con el atleta más laureado de todos los tiempos, Monsieur Le Tropezón, que lucía todas sus medallas, pero tuvieron que hacerse entender mediante gestos, ya que la mayoría de los deportistas, procedentes de otros países, no hablaban español.
En su marcha, los atletas también tuvieron tiempo de bailar, e incluso de detenerse para hacer acrobacias, saltos mortales y demás piruetas gimnásticas, animados por una banda que les acompañó por las calles del centro de la capital.
Muchos transeúntes fotografiaron a los deportistas, aunque no sin dificultades, ya que los boxeadores que salían del ring, las tenistas con raquetas de grandes dimensiones al hacer sus saques y el matrimonio de forzudos con sus pesas, a veces alcanzaban a los espectadores que se agolpaban a ambos lados de la singular comitiva.
Aunque fueron muchos los curiosos que se acercaron a observar la representación, sólo algunos se animaron a acudir disfrazados, como una pareja de gatos, un grupo de marcianos, un ninja de tres años a hombros de su padre y un váter con cisterna incluida, entre otros.
Ya en la Plaza de la Villa, el Barón Pierre de Coubertin presentó a los deportistas e hizo entrega de los aros olímpicos a la Delegada de las Artes de Madrid, Alicia Moreno, quien le dio a cambio las llaves de la ciudad.
El pasacalles Olímpico daba el pistoletazo de salida a unos festejos carnavalescos que terminarán el miércoles con el entierro de la sardina.
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