Óleos de Gauguin, Klimt, Pissarro y Modigliani llenan las paredes de la Alcion Art Gallery de Madrid, una sala de exposiciones especializada en copias certificadas de cuadros para aquellos compradores que buscan obras reconocidas, pero no falsificaciones.
Las obras que se exponen en la galería cumplen con la legalidad vigente, que, entre otras cosas, dispone que las copias estén hechas en un tamaño diferente al original para que no pasen por falsificaciones, explica Óscar Ruiz, dueño de la galería. "La diferencia entre una copia y una falsificación es muy leve y es simplemente la intención que una persona quiera darle, por eso aquí queremos que la gente sepa lo que se está llevando", sostiene Ruiz.
La fórmula es sencilla. Ya sea por encargo o por iniciativa propia, un pintor realiza una imitación de un cuadro de un artista reconocido, la galería certifica que se trata de una copia y el comprador se lleva a casa una obra que es mucho más que una reproducción por un precio que oscila entre los 300 euros y más de 1.000 euros.
"Cada copia es única porque detrás de ella hay alguien, con una personalidad y un estado de ánimo, no es algo fotomecánico como puede ser una lámina, sino algo terminado por un artista", explica el dueño de la galería frente a "Jóvenes espartanas provocando a los jóvenes" de Degas, una copia "que no es milimétrica, porque si Degas hubiera hecho dos veces este cuadro tampoco le habría salido igual".
Durante el mes de octubre Degas, el impresionista conocido por sus cuadros de bailarinas y escenas en hipódromos, será el protagonista de una pequeña muestra compuesta por una decena de cuadros que hacen un recorrido por la trayectoria del artista.
Copia de un cuadro de Pissarro, una de las estrellas de la galería. alcionart.com
Según Ruiz, este tipo de cuadros interesan a un público que, sobre todo, demanda lienzos de las madonnas italianas del siglo XVI y paisajes de los impresionistas, "aunque también abundan los encargos", puntualiza el dueño de esta galería en la que apenas hay cuadros de pintores españoles porque "la gente está acostumbrada a lo que tenemos en el Prado y valora más lo de fuera", argumenta Ruiz.
La galería expone obras del siglo XVI al XX, aunque no tiene copias de los pintores más actuales porque cuando el artista original está vivo o lleva menos de 80 años fallecido la ley de propiedad intelectual obliga a pagar unos derechos de autor que "en el caso de pintores como Picasso o Botero dispararían el precio de la obra", añade Ruiz.
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