lunes, 22 de noviembre de 2010

Fernando Montaño, un bailarín con mucho que ofrecer al Royal Ballet


El joven bailarín colombiano Fernando Montaño no es un recién llegado al Royal Ballet británico, pero siente que aún tiene mucho que aprender y ofrecer antes de llegar adonde ha llegado, por ejemplo, el cubano Carlos Acosta.

"Todos queremos ser como Acosta", afirmó Montaño en una entrevista, refiriéndose al bailarín que le apadrinó a su llegada a la Opera House londinense hace ya casi cinco años.

En este lustro, Montaño ha pasado de la categoría de "artista" a la de "primer artista", pero sabe que aún le quedan algunos peldaños que ascender antes de llegar a ser "primer bailarín", la más alta categoría en la particular jerarquía del ballet.

Montaño tenía 20 años cuando aterrizó en Londres sin saber inglés, pero dispuesto a mostrar lo mejor de sí en una audición de dos días para formar parte del Royal Ballet, la primera compañía de ballet del Reino Unido.

Acosta había hablado de él, pero su talento y su currículum fueron sus mejores avales y Montaño recibió la noticia de que había sido aceptado en la compañía el mismo día de la audición.

Fernando Montaño, primer artista en el Royal Ballet de Londres. Fernando Montaño.


Con 12 años, "una edad tardía para un bailarín", Montaño comenzó su formación en el mundo del ballet en la Escuela Nacional de Colombia, "un país con poca tradición en la que sólo hay una escuela que complemente las clases de baile con las de español y matemáticas".

Tan solo dos años después, consiguió una beca para continuar su formación en Cuba, donde, según relató, los bailarines son considerados prácticamente ídolos y donde tuvo ocasión de conocer a Acosta.

"Llegué en un año muy difícil para el país, cuando se produjo la crisis del niño Elián González. Los transportes no funcionaban, estaba lejos de mi familia, que no era rica, pero teníamos todo lo necesario, y pasé un primer año muy duro", relata el joven bailarín, para quien el sacrificio mereció la pena porque gracias a la formación que recibió en Cuba consiguió dar el salto a Europa.

Italia primero y el Reino Unido desde hace cinco años han sido testigos desde entonces de los progresos de este bailarín que, junto al resto de compañeros del Royal Ballet, ensaya una media de 8 horas diarias.

De Colombia echa de menos a su familia, a su madre, que falleció cuando él llevaba sólo dos meses en el Royal Ballet, el clima y las frutas tropicales. Pero Montaño tiene la suerte de ver cómo gracias a su sacrificio está empezando a cosechar buenos resultados.

Desde su llegada al Royal Ballet ha conseguido pasar de "artista" a "primer artista", lo que conlleva que se multipliquen sus participaciones en las funciones y que pueda mostrar más de sí mismo en escena.

En el pase de Cinderella (Cenicienta) de este fin de semana, Montaño figuraba como un miembro más del cuerpo de baile, hacía el papel del Bufón, que conlleva además una gran carga interpretativa, y representaba a uno de los cuatro caballeros de las hadas.

"Es muy difícil compatibilizar tantos papeles. Tienes que estar pendiente de la posición, de los pasos, de la música... y a veces los compañeros no ayudan", confiesa el bailarín, quien sostiene que las rivalidades y la competitividad a veces hacen mella en la relación entre compañeros.

Su ambición es llegar a ser primer bailarín en los próximos tres años y su sueño, conseguir ser artista invitado en la Ópera de París y el Metropolitan de Nueva York.

Sin embargo, mantiene los pies en la tierra, sabe que una lesión podría dar al traste con todo en cualquier momento y por eso procura cuidarse, comer sano -"aunque sin pasar hambre"-, no salir mucho y estar atento a cualquier molestia muscular para que no vaya a más.

Es consciente de que la carrera de bailarín tiene un corto recorrido, por eso ocupa el poco tiempo libre que le queda en hacer algún trabajo como modelo, recibir clases de interpretación y dedicarse a una de sus grandes pasiones, la pintura.

Se siente afortunado de tener la oportunidad de trabajar junto a bailarines de la talla de Acosta y la española Tamara Rojo porque, según reconoce, aún le queda mucho que aprender de ellos para seguir subiendo escalones en el mundo del ballet, una disciplina en la que los sueños solo se cumplen a base de mucho esfuerzo y grandes sacrificios.

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