martes, 15 de junio de 2010

Se cumplen cien años del viaje del Capitán Scott al Polo Sur

Hoy se celebra el centenario de la salida de Cardiff de la primera expedición británica que, capitaneada por Robert Falcon Scott, alcanzó el Polo Sur, hazaña empañada por la muerte del explorador y cuatro de sus hombres en el viaje de regreso tras haber descubierto que el noruego Roald Amundsen se les había adelantado.

Julian Dowdeswell, director del Instituto Scott de Investigación Polar de la Universidad de Cambridge, explicó que aparte de las diferencias de planificación entre ambos viajes, lo que verdaderamente distingue a la expedición de Scott de la del noruego es que, más allá del objetivo de alcanzar el Polo, el británico sí estaba preocupado por las implicaciones científicas de la aventura.

Para Dowdeswell, el viaje de Scott en el barco "Terra Nova", es un "auténtico modelo" de expedición científica que abrió el camino a futuras investigaciones sobre la Antártida.


Era la segunda vez que Scott se proponía llegar al Polo Sur, después de que entre 1901 y 1904 liderara a bordo del "Discovery" el primer intento del hombre por conquistar la Antártida.


En este último viaje, en 1910, el célebre capitán de la Armada Británica partió del puerto galés de Cardiff con destino al continente que le llevaría a la muerte y haría de él un héroe nacional.


El capitán Scott quería llegar al Polo Sur "para gloria del Imperio Británico", un ambicioso plan que animó a Amundsen a organizar su propia expedición con el objetivo de dar a su país, recién independizado de Suecia, un motivo de orgullo.


Scott no conoció el propósito de Amundsen hasta que en octubre de 1910, cuando el "Terra Nova" ya había llegado a Melburne, recibió un telegrama que le informaba de que la aventura científica en la que se había embarcado iba a convertirse en una carrera por la conquista del punto más austral del planeta.


Equipado con trineos motorizados, caballos y perros, su expedición, formada por doce hombres, inició el 24 de octubre de 1911 el camino a través del inmenso continente antártico.

Dos meses después, obedeciendo las órdenes de Scott, siete miembros de la expedición no siguieron hasta el final y regresaron con los perros al campamento que habían establecido a mitad de camino.

Scott tomó así la decisión de continuar el viaje acompañado únicamente por cuatro de sus hombres, que le siguieron a través la ruta que va por el lado oeste de la barrera de hielo de Ross, caracterizada por tener un clima peor que el de la ruta Este, elegida por Amundsen.


Además, Scott se enfrentó a una meteorología que sólo se da una vez cada cien años, con ventiscas que se sucedían varios días y temperaturas 20 grados centígrados más bajas de lo habitual, que hicieron que los motores de los trineos dejaran de funcionar y que llevaron a la muerte a varios de los caballos.


Scott y sus hombres cargaron durante todo el viaje de vuelta del polo con unos 20 kilos de muestras y fósiles que proporcionaron importante información sobre la zona y, hasta unos días antes de su muerte, llevaron el recuento de las diferentes temperaturas "de una región con un clima muy curioso en la que el cambio entre invierno y verano se produce sin apenas transición", comentó Dowdeswell.


"Pudo cometer errores en la planificación, quizá le habría ayudado llevar perros en lugar de caballos siberianos para tirar de los trineos, pero Scott siempre se basó en las experiencias de expediciones anteriores para sus decisiones", sostuvo Dowdeswell que afirmó que, por el contrario, la decisión de Amundsen de tomar la ruta del Este fue un tanto "arriesgada" porque no había evidencias de que le fuera a llevar hasta el Polo Sur.




El 17 de enero de 1912, 33 días después de que lo hiciera Amundsen, los hombres del Terra Nova llegaron a su destino para comprobar que allí ya ondeaba la bandera noruega.


"Ha ocurrido lo peor que podía pasar", escribió Scott en su diario sin poder ocultar su decepción. "Éste es un lugar horroroso y mucho más para nosotros que nos esforzamos tanto por ser los primeros en conquistarlo".


Debilitados y desmoralizados, un mes después de que los cinco exploradores emprendieran el viaje de vuelta, el oficial Edward Evans fallecía debido a una gangrena que le produjo una mano herida.


Tras permanecer varios días refugiados en una tienda de campaña esperando a que pasara una tormenta, el capitán Laurence Oates, salió a la intemperie para morir congelado y dejar de ser un lastre para sus compañeros que fueron encontrados muertos, a pocos kilómetros de un campamento en el que les aguardaban víveres, unos meses después de que Scott escribiera la última página de su diario.


"Si hubiéramos sobrevivido, yo habría tenido una historia para hablar de la dureza, la resistencia y el coraje de mis compañeros que habría conmovido a cualquier inglés. Estas simples notas y nuestros cuerpos muertos deben contar la historia", escribió en un diario que el 29 de noviembre concluyó con el mensaje "por el amor de Dios, cuidad de nuestros familiares".

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